CANCION PARA UNA EXTRAÑA
Digamos que era una mujer
delgada y dura
con ojos verdes y grandes
de huesos blancos y largos
para las calles angostas, para las duras vías.
Que sacaba la lengua roja de tabaco entumecida
bajo un invierno que no pasaba sobre el otoño...,
invierno avaro
que no se decidía soltar la nieve
y tenía cabellera de niebla pesada
smog de ideas ateridas.
Que su falda negra estaba sucia
y el ruido de la gran avenida le traía sin cuidado
porque ella no tenía oídos para el mundo…
solo ahusados y afilados garfios
de emperatriz eslava
que le servían para conseguir favores;
el pan y la cerveza
la siesta bajo la lluvia.
Que venía del este
por que del este
llegaron los sueños rotos,
o mejor
los sueños que no maduraron y se convirtieron luego
en gestos truncos de cosecha,
como:
–Muchachas inclinadas y heladas en el surco de las sandias y las flores rojas–.
Que había besado bocas curtidas en un vino duro y atroz
de ciudadanos sin nombre y sin papeles
y que ponía cara de lagartija
sin hacer ascos, sin mover los ojos.
con las costillas más flexibles de la calle
y la piel blanca, blanca, blanca, y amarilla
de una doncella en espera del verano.
Por que ese estar así,
de norte a sur,
caminando sobre zapatos- oferta- de supermercado,
con la cartera del “Todo a Cien”
y la soledad como una muñeca rota debajo de la mesa
en la pensión de centro,
obliga a tensar en forma el corazón,
casaca a la intemperie,
ritmo de tambor resfriado
cabello largo y rojo de eslava en la redada.
Es así que las cosas pasaban con fugaz algarabía,
olor de tabaco,
auto-ciudadadad-alrededor
apretando el corazón al centro
(esas cosas pasan siempre en la periferia de la vida, pero transcurren en los callejones de hoteles baratos; y se sienten en el centro, bajo la yugular, cerca del pecho).
Tu sonrisa cansada.
Luego la cama y un refresco de cola para mitigar la sed.
(La sed del animal urbano, es dulce y seca; corazón que se agita sobre un platito de café en la mesa del mantel rojo).
Una curva de trasero y más allá la pantorrilla, ahora,
entregada a la longitud de una mansión,
ventana de cortinas viejas, y cerca;
la casa de un poeta tropical en el exilio.
Así tus caderas como un muelle de luz
Vientre duro de Rumania
Flaca condesa de Sevastopol
con aretes baratos y cartera de Taiwán...
Un beso que rueda debajo de la ducha caliente...
Un poco de metal, papel que arde
Como cuando uno tiene que salir a buscar el sol pequeño
que muere cada tarde dentro de la
cinta negra del estomago.
ceniza pequeñita en la boca sin palabras
y un beso extenso en la penumbra del cuarto.
*****
A través de un rayo
venía tu voz cortada por un relámpago
en medio de la estepa urbana,
la lluvia caía y se perdía detrás de una vitrina.
Una cabeza de cordero muerto
que miraba un sol apagado y moribundo,
cabeza de cordero muerto esperando
un cuchillo o una boca,
la mano del ángel con overol
ensangrentado apartaba el sacrificio de la vista,
cerraba el firmamento
y nosotros, caminábamos, corríamos, reíamos....
en la complicidad de haber visto lo mismo
en un idioma que se inventaba día a día
tras una calle, delante de una cerveza...
Y tenía el gusto por la palabra oliva
y la libertad con el cuello de un cisne
que agitaba su torso al libre vuelo
a la sangre desatada en la cuchilla.
Un idioma quebrado de iletrados
de analfabetas, exiliados, e inmigrantes,
que se hablaba sin documentos
y que traía esa clandestinidad fresca de las fronteras.
de “ tome y lleve”
de “ recoja y vallase”.
*****
Yo no pensaba gastar todo mi amor en tu cintura
Yo no pensaba gastar todos mis duros en tu cuello
Ni perder mi escasa fortuna
en la desgracia de una balanza ruinosa
con fantasmas de crepe y muselina.
Yo pensaba caminar de puntillas por el mundo
para poder saltar sobre tu lomo de cierva y revolcarme enlodado hasta la aurora.
Pero que le iba ha hacer, si eras mi droga sin receta,
mi papeleta de sueño
piel de alarido que lastima dentro;
risa que gastábamos franca y rota
sobre la ciudad sin beneficio
sin caridad, con hambre y sin olvido.
*****
La ciudad era una
herida sobre la cara de una señora hermosa.
Balada de hielo
río sin arterias
maletín de amor sin un mapa
cofradía borracha sin el amigo canalla.
La ciudad sin tí,
era el desierto ruidoso de mascaras
que flotaban sobre una calzada
cerca a un café sin esperanzas y sin fuego de tabaco.
Y luego estaba esa esquina tuya abandonada
llena de carteles contra una pared cruda,
como sin un día
se hubiesen incendiado los
cánticos del recuerdo.
*****
Unas monedas no bastan.
No cortaran el cuello del silencio.
No abatirán la morada del recuerdo.
No limaran las asperezas del fuego.
Ni fundirán el hielo de un pozo seco.
Unas monedas no bastan, no sobran, no hacen falta.
Era tu beso,
dracma de plata ardiendo sobre la palma de mi mano
y ese canto de ardilla urbana
con el que trepabas por mi espalda,
y las rosas que sembrabas en los jardines de cemento.
Ahora que te has ido
las calles son lo que no fueron,
el grito duro
fuego del exilio y un trotar laberinto adentro.
Caminar hasta el límite del ruido.
tambalearse dentro de la cartografía y la nomenclatura,
la oferta cultural para turistas
el transporte colectivo y el deseo
teatro callejero sin mascara y sin público.
No escucho ya tu risa, tu sollozo,
agonía de mujer en el ojal de un viento negro
volcán alterado en la resaca
de invierno de febrero.
Digamos que era una mujer hermosa,
que venía del este
en donde han muerto los sueños
y en le colgaron una cruz a la utopía.
Digamos que era una mujer
con cabello corto, luna-punk-desmelenada,
que no hablaba español,
que vino
a buscarse la vida y no encontró nada
solo el amor........
Digamos que era una mujer
delgada y dura
con ojos verdes y grandes
de huesos blancos y largos
para las calles angostas, para las duras vías.
Que sacaba la lengua roja de tabaco entumecida
bajo un invierno que no pasaba sobre el otoño...,
invierno avaro
que no se decidía soltar la nieve
y tenía cabellera de niebla pesada
smog de ideas ateridas.
Que su falda negra estaba sucia
y el ruido de la gran avenida le traía sin cuidado
porque ella no tenía oídos para el mundo…
solo ahusados y afilados garfios
de emperatriz eslava
que le servían para conseguir favores;
el pan y la cerveza
la siesta bajo la lluvia.
Que venía del este
por que del este
llegaron los sueños rotos,
o mejor
los sueños que no maduraron y se convirtieron luego
en gestos truncos de cosecha,
como:
–Muchachas inclinadas y heladas en el surco de las sandias y las flores rojas–.
Que había besado bocas curtidas en un vino duro y atroz
de ciudadanos sin nombre y sin papeles
y que ponía cara de lagartija
sin hacer ascos, sin mover los ojos.
con las costillas más flexibles de la calle
y la piel blanca, blanca, blanca, y amarilla
de una doncella en espera del verano.
Por que ese estar así,
de norte a sur,
caminando sobre zapatos- oferta- de supermercado,
con la cartera del “Todo a Cien”
y la soledad como una muñeca rota debajo de la mesa
en la pensión de centro,
obliga a tensar en forma el corazón,
casaca a la intemperie,
ritmo de tambor resfriado
cabello largo y rojo de eslava en la redada.
Es así que las cosas pasaban con fugaz algarabía,
olor de tabaco,
auto-ciudadadad-alrededor
apretando el corazón al centro
(esas cosas pasan siempre en la periferia de la vida, pero transcurren en los callejones de hoteles baratos; y se sienten en el centro, bajo la yugular, cerca del pecho).
Tu sonrisa cansada.
Luego la cama y un refresco de cola para mitigar la sed.
(La sed del animal urbano, es dulce y seca; corazón que se agita sobre un platito de café en la mesa del mantel rojo).
Una curva de trasero y más allá la pantorrilla, ahora,
entregada a la longitud de una mansión,
ventana de cortinas viejas, y cerca;
la casa de un poeta tropical en el exilio.
Así tus caderas como un muelle de luz
Vientre duro de Rumania
Flaca condesa de Sevastopol
con aretes baratos y cartera de Taiwán...
Un beso que rueda debajo de la ducha caliente...
Un poco de metal, papel que arde
Como cuando uno tiene que salir a buscar el sol pequeño
que muere cada tarde dentro de la
cinta negra del estomago.
ceniza pequeñita en la boca sin palabras
y un beso extenso en la penumbra del cuarto.
*****
A través de un rayo
venía tu voz cortada por un relámpago
en medio de la estepa urbana,
la lluvia caía y se perdía detrás de una vitrina.
Una cabeza de cordero muerto
que miraba un sol apagado y moribundo,
cabeza de cordero muerto esperando
un cuchillo o una boca,
la mano del ángel con overol
ensangrentado apartaba el sacrificio de la vista,
cerraba el firmamento
y nosotros, caminábamos, corríamos, reíamos....
en la complicidad de haber visto lo mismo
en un idioma que se inventaba día a día
tras una calle, delante de una cerveza...
Y tenía el gusto por la palabra oliva
y la libertad con el cuello de un cisne
que agitaba su torso al libre vuelo
a la sangre desatada en la cuchilla.
Un idioma quebrado de iletrados
de analfabetas, exiliados, e inmigrantes,
que se hablaba sin documentos
y que traía esa clandestinidad fresca de las fronteras.
de “ tome y lleve”
de “ recoja y vallase”.
*****
Yo no pensaba gastar todo mi amor en tu cintura
Yo no pensaba gastar todos mis duros en tu cuello
Ni perder mi escasa fortuna
en la desgracia de una balanza ruinosa
con fantasmas de crepe y muselina.
Yo pensaba caminar de puntillas por el mundo
para poder saltar sobre tu lomo de cierva y revolcarme enlodado hasta la aurora.
Pero que le iba ha hacer, si eras mi droga sin receta,
mi papeleta de sueño
piel de alarido que lastima dentro;
risa que gastábamos franca y rota
sobre la ciudad sin beneficio
sin caridad, con hambre y sin olvido.
*****
La ciudad era una
herida sobre la cara de una señora hermosa.
Balada de hielo
río sin arterias
maletín de amor sin un mapa
cofradía borracha sin el amigo canalla.
La ciudad sin tí,
era el desierto ruidoso de mascaras
que flotaban sobre una calzada
cerca a un café sin esperanzas y sin fuego de tabaco.
Y luego estaba esa esquina tuya abandonada
llena de carteles contra una pared cruda,
como sin un día
se hubiesen incendiado los
cánticos del recuerdo.
*****
Unas monedas no bastan.
No cortaran el cuello del silencio.
No abatirán la morada del recuerdo.
No limaran las asperezas del fuego.
Ni fundirán el hielo de un pozo seco.
Unas monedas no bastan, no sobran, no hacen falta.
Era tu beso,
dracma de plata ardiendo sobre la palma de mi mano
y ese canto de ardilla urbana
con el que trepabas por mi espalda,
y las rosas que sembrabas en los jardines de cemento.
Ahora que te has ido
las calles son lo que no fueron,
el grito duro
fuego del exilio y un trotar laberinto adentro.
Caminar hasta el límite del ruido.
tambalearse dentro de la cartografía y la nomenclatura,
la oferta cultural para turistas
el transporte colectivo y el deseo
teatro callejero sin mascara y sin público.
No escucho ya tu risa, tu sollozo,
agonía de mujer en el ojal de un viento negro
volcán alterado en la resaca
de invierno de febrero.
Digamos que era una mujer hermosa,
que venía del este
en donde han muerto los sueños
y en le colgaron una cruz a la utopía.
Digamos que era una mujer
con cabello corto, luna-punk-desmelenada,
que no hablaba español,
que vino
a buscarse la vida y no encontró nada
solo el amor........
Pero eso no importa
lo que importa es el poema
herido, sin vuelo,
canción de fiebre azul, paloma herida en la calzada.
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